sábado, 12 de diciembre de 2009

Cuento Indigena de Navidad


NATIVISOL. Eve Bail

Ya hacía mucho, pero muchísimo tiempo que los días y las noches de Navidad, de antes de Navidad y de después de Navidad, eran tan nublados y oscuros como la sombra larga y seca, fría y negra del Altiplano. Allí vivían unos simpáticos hombrecitos con caras talladas por el viento y por la tierra, que le daban a su piel singularmente morena, una textura muy especial.
¿Por qué el tiempo se portaba así? Los chicos no entendían las explicaciones de las madres, ni de las abuelas, ni de las tías, ni siquiera las de doña Dominga, que sabía cómo curar el mal de ojos y el empacho. Conocía muchos brebajes, pero ninguno curaba la tristeza de los niños. Las plantas del lugar, que habían convertido sus hojas en espinas, no podían adornarse con las estrellas de la noche -¡hace tanto tiempo que nadie veía ninguna!...; ni siquiera con el brillo de la luna, porque también estaba oculta tras espesas nubes grises.
¿Qué hacer entonces? Una planta sin adornos no es un árbol de Navidad, es apenas un cactus de todos los días, sin su traje dominguero. La idea fue de don Zoilo, el compañero de doña Tomasa.
-¿Y si le preguntamos a la Pachamama?
No es fácil hablar con los dioses, pero en este cuento, como en todos los cuentos maravillosos, todo es posible, nadie lo discute.
La Pachamama escuchó la pregunta, se puso a pensar, miró las nubes y volvió la vista hacia la tierra, hacia sus propios dominios. Allí, en un pozo hondo donde había guardado semillas, había una caja hecha con adobe, como el que se usa para construir los ranchos. La Pachamama la abrió despacio, despacito y de su interior, salieron tantos, tantísimos rayos de luz, que luego, por arte de magia incaica, se convirtieron en soles, en muchos, muchísimos soles, de ojos rasgados y amplia sonrisa.
Y, desde entonces, en ese lugar del Altiplano, todas las Navidades, las pocas plantas y los árboles de ramas retorcidas, se adornan con soles de caras anchas y melenas de rayos ondulados como llamas de fuego.
Y los chicos, que son pobres pero muy buenos, como los ángeles en patitas de los cuentos de Gudiño Kieffer, esperan la Navidad, que allí es Nativisol, en puntillas, pretendiendo atrapar entre sus manos algún descuidado rayito de luz amarilla.
Para el Sol de los días soleados este cuento de Navidad en el altiplano, poncho de colores, cielo despejado ha terminado. Y Colorín colorado...

Las posadas son una de las fiestas más celebradas en México. En ellas se recrea durante nueve días, del 16 al 24 de diciembre, el peregrinar de José y María en su viaje a Belén donde nació su hijo

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